domingo, 13 de febrero de 2011

La Balada de Pepe Camion

Bueno, el hombre se creía un camión.

Siempre impecable, con su corbata sesentera que le cubría el pecho de un color blanco de cocina que solo resaltaba su tez oscura y un armatoste hecho por misteriosos albañiles espaciales, con manubrio y espejos retrovisores, los que simulaban ser un camión (de ahi el nombre... lo se, brillante), se lo colgaba como una especie de arnés, y recorría 86 kilómetros de ida y vuelta a Santiago.

Todos los días. Caminando.

Aunque a veces solo andaba en la zona de Colina, Lampa y Batuco, manejaba por el medio de la calle y se le atravesaba a camioneros y automovilistas por igual.

No hablaba mucho, pero se hacia entender mediante señas y sonidos gurutales sacándote una sonrisa y un cigarrillo. Habitual comensal del Arriero (un lugar de alegrías ajenas y amores en arriendo que ya no existe en su forma original)siempre tenia una sonrisa y saludaba con un ademán orgulloso a quienes lo conocíamos.

Me gustaba su delirio inofensivo, estimulado por todos, que lo hacían un hombre extraordinario en tierras ordinarias. Recuerdo que mientras mis proporciones crecían (no siempre acorde a mi mente) lo veía siempre en los mismo horarios o en algún punto de la carretera.

Ahora que lo pienso, era tan común con el paisaje, que no me llamaba la atención, sino que que era parte integra de la zona y que solo cuando pasaron los años y el polvo se acumulo sobre su recuerdo que me di cuenta de lo vacía que estaba la carretera sin él.

Recuerdo verlo donde la Marías, un par de ancianas que se hacían compañía en su vejez, y que regentaban el mejor almacén de la zona, las que al no tener ningún parentesco y cuidar su privacidad con régimen policíaco, terminaron colgándoles un amor privado pero tempestuoso, y la sobrenatural habilidad a una de ellas de cambiar su sexo a voluntad.

Solo puedo comentar de ellas su actitud espartana y su amabilidad de fiarme los primeros cigarros que pavimentaron mis inicios en el vicio.

Y es ahí donde siempre encontraba a Pepe, un alto en su carretera y de los pocos momentos donde se podían intercambiar palabras con el, aunque jamas tuve la inteligencia de entender sus respuestas.

Incluso a veces hablando en la puerta del Arriero con Mañungo y su marido el Valerio, el que cada vez que nos veía nos pedía que le dijéramos tía (algo que jamas hice, ya que les tenia un pánico ciego por no entenderlos)

Hoy pensaba en todos ellos y sus recuerdos borrados por una carretera y el progreso, pensaba en todas las historias que escuche de y sobre sus figuras fantasticas. Dice la leyenda que algunos murieron o desaparecieron, el mismo Pepe habría muerto en un atropellamiento por uno de sus colegas (aunque pensándolo bien fue un choque de camiones)

Y lamente que con todos los artistas que hay en la zona, nadie le hubiese compuesto una balada a Pepe Camión.