Mayo
No piense que voy a escribir del mes de mayo.
De hecho no escribiré nada ni remotamente parecido, escribiré de alguien que no
está y lo llamábamos así, mi abuelo. A más de alguien puede extrañarle esta
afirmación ya que la enorme mayoría no lo conoció y este artículo no podría ser
más personal, pero espero que se vaya
entendiendo a medida que caen mis letras sobre su pantalla, los lleve a pensar
en esos seres amados que ya han partido a esas tierras de leyenda donde habitan
junto a nuestra imaginación y otros seres de magia que nos rodean.
He pensado en estos últimos días en la muerte,
pero en buena, en realidad he pensado en los que se ha llevado y ahora no
están, el papá de una amiga que celebra con su familia su vida en el momento
que escribo estas ideas inconexas, Gervasio, al que conocí, pero que los medios
se esfuerzan por ensuciar cada cierto tiempo recordándonos que muchos de los
muertos en Chile jamás tengan paz. Y obviamente recordé a mi abuelo.
Mis primeros recuerdos de él, son su presencia
imponente, la plétora de habilidades que poseía y a veces se jactaba, recuerdo
su bigote eterno el que se peinado hacia atrás, su corpulenta figura y su
sabiduría enciclopédica.
Jamás he vuelto a conocer a alguien tan
conocedor en los más diversos temas, y no solo saber de estos sino también
ejecutarlos.
Recuerdo su aplicación de disciplina espartana
a los que estábamos a su cargo, su exigencia, su negrísimo humor y el amor a la
irreverencia que nos costaron parientes, vecinos y el odio sin consecuencias de
más de alguno. Era un tipo complejo, lleno de bloqueos emocionales que solo
parecían quebrarse al cuidar a sus amados setter irlandés, perros que eran lo
único que podíamos notar que amaba. Se me viene a la memoria un día que miraba
libros en la biblioteca de la casa y encontré la Divina Comedia, que venía
escrita en la pagina izquierda en italiano antiguo y en contraposición en
español docto, con unos dibujos de Doré que era alimento para la imaginación de
un niño en los años que no había internet, cable o teléfono.
Recuerdo mirarlo ávidamente con la idea que
había encontrado mi desafío de lectura para ese verano (no debo haber tenido más
de 11 años) cuando paso mi abuelo. Me miro y pregunto qué ojeaba, y al
responderle, una sonrisa soberbia apareció en su rostro diciéndome que era
demasiado para mí. Obviamente no fue muy pedagógico, mas por lo que lo tome por
el otro lado, que no tenía capacidad para leerlo pensé. Cuando en realidad el
se refería a los conocimientos en historia, mitología, filosofía y otras
ciencias para seguir solamente la lectura, eso sin contar la lectura en sí que
encerraba un sinnúmero de figuras que tenían varias interpretaciones que hacen
que el libro se entienda de diversas formas al leerlo en diferentes etapas de
tu vida. En fin, tenía razón, di bote, no cache nada, era como pasar de
escribir en las cavernas a programar computadores. A las pocas semanas, durante
la cena, le dije que tenía razón y que había sido demasiado para mí.
Sonrió y me dio una lista de libros para ese
verano, me hizo leer la biblia como libro, la Ilíada, la odisea, platón,
algunos libros de historia que durante años me prepararon para volver a leer el
famoso libro de Dante varios años después. Recuerdo leer la última pagina de la
Divina Comedia y agradecí (no se lo dije, ya que no le iba a dar el gusto) que
me hiciera fanático de la lectura sin que me diese cuenta. No siempre era así
nuestra relación, al contrario, vivíamos peleando, creía que era un hombre
cruel, incapaz de demostrar emociones que no fuera a sus animales, soberbio,
pagado en sí mismo, se creía la raja por tener una situación económica que no
era de él, sino heredada y miles de cosas que hacían que estuviera cercanos a
cualquiera de mis primos menos a mí (bueno, la mayoría de esto lo reflexionaba
durante mi adolescencia) siendo que yo era el que vivía con él.
Curioso fue cuando cayó gravemente enfermo por
un enfisema producto de su amor a las 3 cajetillas de cigarrillos diarias que
lo destinaron a una cama, donde su inteligencia se fue de a poco. Recuerdo que
se necesitaba que alguien pasara las noches con él para que no se sacara el
oxigeno y no muriese. Aun me cuestiono porque me ofrecí, nadie me lo pidió,
pero me quede con un él un mes y medio con todas las noches cuidándolo,
mudándolo (el mudar a un adulto es una lección de humildad para cualquiera), y
odiando, si, odiando, cada segundo de ese cuerpo que se iba de a poco y que no tenía
nada que ver con mi abuelo. Un día y sin aspavientos se fue.
Aun recuerdo sus delirios geniales, como un día
me echo de la habitación ya que estaba llenos de chinos muertos en una mina y
que lo estaban esperando para irse, la luz persistente que había en una esquina
del techo que se agrandaba a ratos y que supongo término por llevárselo.
También recuerdo lo curioso de las reacciones
de la gente en su dolor, aun recuerdo como un tío, al momento que murió mi
abuelo, dijo que a su papá le gustaban los zapatos bien lustrados por lo que se
dedico a pulirlos durante varias horas, dejándolos como espejos y que aun recuerdo
su impresionante brillantez.
Recuerdo que una de sus instrucciones fue que
no se le velara en la casa, prohibido arrancar flores pa llevarle ni
comprarlas, y se debía realizar un asado bien regado el domingo siguiente a su
muerte. Uds comprenderán que el ataúd solo, hizo agosto en los cuchicheo de los
otros velorios del lugar donde lo llevamos, y más de una señora quiso entrar a
dejarle algo encontrándose con la férrea oposición de los nietos de guardia.
Recuerdo que la noche que murió espere a que todos se durmieran y me encerré
con él en su pieza. Le dije de todo a su cuerpo (el ya no estaba ahí) llore, le
grite, le dije todo lo que me había dolido, y también le dije que lo amaba.
Es curioso como durante años lo odie durante
años para solo terminar usando bigote y peinándome hacia a tras exactamente
como él lo hacía, quizá en un anhelo subconsciente de querer parecerme un poco,
aun a sabiendas que jamás podría hacerlo.
Si bien todo esto nació porque su cumpleaños es
el día del carabinero (el día que escribí esto), y las reflexiones anteriores,
yo de verdad que lo amaba, aunque a veces me haya creído que su meta en la vida
era hacerme el odiar estar aquí.