domingo, 28 de abril de 2013

MAYO


Mayo
No piense que voy a escribir del mes de mayo. De hecho no escribiré nada ni remotamente parecido, escribiré de alguien que no está y lo llamábamos así, mi abuelo. A más de alguien puede extrañarle esta afirmación ya que la enorme mayoría no lo conoció y este artículo no podría ser más personal,  pero espero que se vaya entendiendo a medida que caen mis letras sobre su pantalla, los lleve a pensar en esos seres amados que ya han partido a esas tierras de leyenda donde habitan junto a nuestra imaginación y otros seres de magia que nos rodean.
He pensado en estos últimos días en la muerte, pero en buena, en realidad he pensado en los que se ha llevado y ahora no están, el papá de una amiga que celebra con su familia su vida en el momento que escribo estas ideas inconexas, Gervasio, al que conocí, pero que los medios se esfuerzan por ensuciar cada cierto tiempo recordándonos que muchos de los muertos en Chile jamás tengan paz. Y obviamente recordé a mi abuelo.
Mis primeros recuerdos de él, son su presencia imponente, la plétora de habilidades que poseía y a veces se jactaba, recuerdo su bigote eterno el que se peinado hacia atrás, su corpulenta figura y su sabiduría enciclopédica.
Jamás he vuelto a conocer a alguien tan conocedor en los más diversos temas, y no solo saber de estos sino también ejecutarlos.
Recuerdo su aplicación de disciplina espartana a los que estábamos a su cargo, su exigencia, su negrísimo humor y el amor a la irreverencia que nos costaron parientes, vecinos y el odio sin consecuencias de más de alguno. Era un tipo complejo, lleno de bloqueos emocionales que solo parecían quebrarse al cuidar a sus amados setter irlandés, perros que eran lo único que podíamos notar que amaba. Se me viene a la memoria un día que miraba libros en la biblioteca de la casa y encontré la Divina Comedia, que venía escrita en la pagina izquierda en italiano antiguo y en contraposición en español docto, con unos dibujos de Doré que era alimento para la imaginación de un niño en los años que no había internet, cable o teléfono.
Recuerdo mirarlo ávidamente con la idea que había encontrado mi desafío de lectura para ese verano (no debo haber tenido más de 11 años) cuando paso mi abuelo. Me miro y pregunto qué ojeaba, y al responderle, una sonrisa soberbia apareció en su rostro diciéndome que era demasiado para mí. Obviamente no fue muy pedagógico, mas por lo que lo tome por el otro lado, que no tenía capacidad para leerlo pensé. Cuando en realidad el se refería a los conocimientos en historia, mitología, filosofía y otras ciencias para seguir solamente la lectura, eso sin contar la lectura en sí que encerraba un sinnúmero de figuras que tenían varias interpretaciones que hacen que el libro se entienda de diversas formas al leerlo en diferentes etapas de tu vida. En fin, tenía razón, di bote, no cache nada, era como pasar de escribir en las cavernas a programar computadores. A las pocas semanas, durante la cena, le dije que tenía razón y que había sido demasiado para mí.
Sonrió y me dio una lista de libros para ese verano, me hizo leer la biblia como libro, la Ilíada, la odisea, platón, algunos libros de historia que durante años me prepararon para volver a leer el famoso libro de Dante varios años después. Recuerdo leer la última pagina de la Divina Comedia y agradecí (no se lo dije, ya que no le iba a dar el gusto) que me hiciera fanático de la lectura sin que me diese cuenta. No siempre era así nuestra relación, al contrario, vivíamos peleando, creía que era un hombre cruel, incapaz de demostrar emociones que no fuera a sus animales, soberbio, pagado en sí mismo, se creía la raja por tener una situación económica que no era de él, sino heredada y miles de cosas que hacían que estuviera cercanos a cualquiera de mis primos menos a mí (bueno, la mayoría de esto lo reflexionaba durante mi adolescencia) siendo que yo era el que vivía con él.
Curioso fue cuando cayó gravemente enfermo por un enfisema producto de su amor a las 3 cajetillas de cigarrillos diarias que lo destinaron a una cama, donde su inteligencia se fue de a poco. Recuerdo que se necesitaba que alguien pasara las noches con él para que no se sacara el oxigeno y no muriese. Aun me cuestiono porque me ofrecí, nadie me lo pidió, pero me quede con un él un mes y medio con todas las noches cuidándolo, mudándolo (el mudar a un adulto es una lección de humildad para cualquiera), y odiando, si, odiando, cada segundo de ese cuerpo que se iba de a poco y que no tenía nada que ver con mi abuelo. Un día y sin aspavientos se fue.
Aun recuerdo sus delirios geniales, como un día me echo de la habitación ya que estaba llenos de chinos muertos en una mina y que lo estaban esperando para irse, la luz persistente que había en una esquina del techo que se agrandaba a ratos y que supongo término por llevárselo.
También recuerdo lo curioso de las reacciones de la gente en su dolor, aun recuerdo como un tío, al momento que murió mi abuelo, dijo que a su papá le gustaban los zapatos bien lustrados por lo que se dedico a pulirlos durante varias horas, dejándolos como espejos y que aun recuerdo su impresionante brillantez.
Recuerdo que una de sus instrucciones fue que no se le velara en la casa, prohibido arrancar flores pa llevarle ni comprarlas, y se debía realizar un asado bien regado el domingo siguiente a su muerte. Uds comprenderán que el ataúd solo, hizo agosto en los cuchicheo de los otros velorios del lugar donde lo llevamos, y más de una señora quiso entrar a dejarle algo encontrándose con la férrea oposición de los nietos de guardia. Recuerdo que la noche que murió espere a que todos se durmieran y me encerré con él en su pieza. Le dije de todo a su cuerpo (el ya no estaba ahí) llore, le grite, le dije todo lo que me había dolido, y también le dije que lo amaba.
Es curioso como durante años lo odie durante años para solo terminar usando bigote y peinándome hacia a tras exactamente como él lo hacía, quizá en un anhelo subconsciente de querer parecerme un poco, aun a sabiendas que jamás podría hacerlo.
Si bien todo esto nació porque su cumpleaños es el día del carabinero (el día que escribí esto), y las reflexiones anteriores, yo de verdad que lo amaba, aunque a veces me haya creído que su meta en la vida era hacerme el odiar estar aquí.