viernes, 4 de marzo de 2022

A mis treinta y dieciseis. (disculpe lo poco)

 Hace 46 vueltas al sol, donde predominaron los inviernos, los veranos u ocasionales primaveras, nací sin pompa ni majestad en el hospital San José. Pronto, aprendí a jugar con naves espaciales de madera, rayos láser invisibles super cinerama y con sonidos de super producción.

Los veranos se hicieron interminables, nuevos amigos aparecieron a dejar su impronta eterna en el corazón y, sin ningún tipo de aviso ni consideración, las niñas se volvieron interesantes, pero comenzaron los inviernos. Pronto, me inicie (como dicen un sabio) en el noble arte de la masturbacion mientras soñaba con chicas que siempre preferían a otro. La vida se encargó de regalarme inviernos por montones, años que incluso no tuvieron otra estación, mientras yo ignoraba, y el mundo a mi, todas estas cosas, pero las aprendía a navegar entre tabaco y alcohol. 

Pronto Dios careció de sentido y mi fe se la dedique a cuanta musa quisiera inspirarme, algunas solo por unas horas y jamas pague por afectos. Un dia, mientras el mundo seguía girando e ignorándome, conocí a mi primer amor. Una belleza con carácter militar y organizado (además de una dulzura de nivel olímpico) con la que me case sin planear y de forma espontánea. Y ahí la cosa cambió. 

Un dia me presentaron (en una situación de la que siempre me sentí ajeno) a uno de los hombres que amo con incondicionalidad y sin límites. Aprendí que mi verdadero nombre es Papá y que estar a su lado era lo único con sentido. Pasaron los años y finalmente, con este primer amor, decidimos bajarnos en paradas distintas, no sin antes agradecerle por todo lo que ha hecho.

Y así llegué a mi segundo amor, y a mi segundo (y aun considero inexplicable) regalo. MIsma historia, menos tiempo y quede con un bichito para siempre colgando de mi espalda. El que me asusta por su parecido y ojala haga sus propios caminos.

Como bien dice el Corán; lo que ocurre una vez, puede que no se repita nunca, pero si hay una segunda... habrá una tercera. Y así llegamos a mi inalcanzable niña de mis ojos. Algun dia.

Cuando ya me había derrotado la monogamia intermitente, la vida decidió darme cartas como para ganar el gran premio, puse todo en la mesa y perdi. Perdi a la unica, y por esto me disculpas con las demás, por la que me jugué de forma cierta, pero la vida tenía una mano ganadora y no supe cubrir mis cartas. Cuando la tormenta empezó a retroceder, en vez de dejar desolación, cinco nuevas maravillas quedaron enganchados a mi corazón. Ya solo por eso, amare a ese huracán para siempre.

Así fue como termine solo (cosa de la que estoy aprendiendo mas de lo que pensé) y dedicado a mis hobbys como forma de vida. Hoy escribo estas líneas para recordarme lo que quiero y nunca puedo lograr, agradecer por tanto amor, amigos incondicionales, amores eternos, lecciones invaluables, errores maravillosos dignos de repetir y alguna canción que interpreta mi pensar.

Pero entre nosotros, hoy aun sueño con naves espaciales de madera (sin olvidar los sonidos de super producción) y mas de alguna que prefiere a otro, me guiña un ojo para hacerme soñar. Aunque aun miro las cartas en la mesa, por si algun dia vuelvo a jugarmelo todo.