sábado, 18 de mayo de 2013

Una no-historia


Había una vez un no-cuento. Una no- historia. Sin moralejas o enseñanzas ni futuros imperecederos, por lo que menos encontraremos un; y vivieron felices para siempre. Los no- cuentos no se escriben, se transcriben desde las situaciones donde se autoconstruyen sin control de autores ni de hados de destino.
Uno los ve pasar simplemente y agradece su paso, pero como todas las historias, son una sucesión de eventos con cierto orden cronológico pero sin finales posibles por lo que el transcribidor puede cortarlos donde quiera ya que siempre quedara inconcluso.
Es rudo estar frente a una no-historia, uno no sabe mucho que hacer, y menos cuando uno no es gran cosa para este tipo de historias (por llamarlos de alguna forma) y justamente es por lo azaroso de esto es que solo apareció parado en la esquina mirando ávidamente su reloj.
Miro su teléfono y sonrió pensativo. Miraba a ratos los autos fijamente y rítmicamente como en un paso pre ensayado miraba su reloj. Pronto se detuvo una enorme camioneta y él se subió de prisa. La mujer que manejaba le sonrió con esas sonrisas que nacen desde el corazón y a él se le iluminaron los ojos como un niño ante los regalos navideños.
                Un poco cauteloso, la beso tímidamente en los labios y deseo que ese segundo durara para siempre supongo. Enfilaron rápidamente hacia los sectores altos de la capital, desee que las no-historias fuesen mágicas, me volviese invisible y me arrastraran con ellos.
                Veo el vehículo perderse a lo lejos y deseo que su historia de amor se siga nutriendo, deseo que se amen con locura y que en sus años de ocaso se rían cómplices de sus locuras ya sin pasión, que hayan logrado el perdón de los perdedores y heridos de su alegría y que gracias al otro, ningún odie estar aquí. Pero como toda no- historia, una trama la hubiese hecho más efectiva, una moraleja hubiese sido un testimonio de sabiduría y el conocer a los personajes crearía a esos amigos que solo existen en las páginas y nos hacen amarlo u odiarlos como a viejos conocidos a los que se vuelven de vez en cuando. Pero claro, es una no-historia, no sabremos nada de lo anterior, solo elucubraremos destinos, hechos y frases memorables. No veremos sus ojos subrayados con las ojeras posteriores a una noche de pasión, no sabremos si se besaron para despedirse o si él la vio partir llevándose parte de su alma.
Es el problema de las no-historias, el problema de la vida que transcurre entre historias y no-historias y de esta que he capturado para que no odies estar aquí.