domingo, 21 de julio de 2013

Amalia

Yo no conocí a Amalia Herrera Ugarte. Quizá usted tampoco. Al menos yo, jamás la escuche reírse, nunca supe de sus esperanzas y sueños, no la vi respirar a bocanadas la vida y tampoco conocí el sonido de su risa o su voz. Éramos perfectos desconocidos.
Hoy en unos de mis periplos en bicicleta, pase por la esquina de Echeñique con Eliecer Parada y la conocí. No a ella precisamente, vi una hermosa bicicleta pintada de blanco, con algunas velas, una cinta dorada, bellas flores de adorno.
La vi de pronto y debo confesar que me sorprendió. Incluso procese su imagen tras unos metros y me tuve que volver a ver de qué se trataba esta bicicleta misteriosa.
Era un homenaje a Amalia Herrera Ugarte, una niña (a los 23 años aun somos niños aunque nuestros cuerpos digan otra cosa) que falleció víctima del descuido de un conductor y al parecer el no uso de su casco. Iba a juntarse con una amiga en el campus oriente cuando paso el accidente. Bueno, yo no sabía nada de esto cuando vi su bicicleta/ animita en la mencionada esquina. Pero la emoción del curioso homenaje, la vibra y su belleza simple me emocionó.
Llegue a google donde al escribir su nombre vi homenajes de sus pares los ciclistas, una bella elegía a un año de su muerte por el siempre certero Francisco Mouat, detalles de su partida, algunos de sus trabajos como antropóloga y curiosamente uno que hizo ella sobre las animitas y debo confesar que su historia me caló hondo. No me quiero imaginar que sintieron sus padres o el vacio que sufren aun hoy por esa llamada donde les avisaron el horror más grande que puedes sentir cuando eres padre. No quiero caer en elegías pobres, porque no me corresponde insisto, no la conocí para hablar de ella, ni tampoco en reflexionar en la estupidez y como un descuido ya sea por apuro o porque creíste que manejabas mejor con trago puede truncar o cambiar con efecto expansivo las vidas de muchas personas.
Pensé en Tomás, el sobrino de uno de los buenos columnistas de acá @Eldesoto, en Macarena Cassasus víctima del manejo y el alcohol, Luis Quintanilla un amigo que falleció en circunstancias confusas, etc. Como me decía mi papá cuando le dije hace años que quería tener moto, “olvídalo, me dijo, el cementerio está lleno de gente que no tenía la culpa”.
A esta altura se preguntara porque estas reflexiones, y es simple, me paseaba aproblemado pensando en platas, cuentas, el llevar una pyme, el agotamiento de un sinnúmero de circunstancias y otros grandes éxitos que se acumulan en temporadas y nos suben la cuota de stress.
Aún no sé porque llegue a esa esquina. No sé si hablarle de misticismos del porque llegue ahí, pero sí le puedo hablar que después de eso, no pude evitar pensar en la salud de mis niños, en otros que sufren y al hacer una comparación con el universo, y mis problemas se empequeñecieron notablemente. Me sentí penca, preocupado por leseras de las que no debía darles tantas vueltas sino darles solución. Y mientras me avergonzaba por creer que las llagas de mi alma era tan inconmensurables y en la gran perspectiva no alcanzaban ni para parches curita, le agradecí a los hados el que me llevasen por ahí y me diesen una lección de humildad.

Hoy, gracias a Amalia Herrera y el notable amor que la rodeó, no odie estar aquí.

1 comentario:

Javier Varas dijo...

Cai en este blog recién. Me mande 3 entradas al hilo (y sin sacarla, la vista,jajaja).
Me gusto mucho. Te felicito.