Yo no conocí a Amalia Herrera Ugarte. Quizá
usted tampoco. Al menos yo, jamás la escuche reírse, nunca supe de sus
esperanzas y sueños, no la vi respirar a bocanadas la vida y tampoco conocí el
sonido de su risa o su voz. Éramos perfectos desconocidos.
Hoy en unos de mis periplos en bicicleta, pase
por la esquina de Echeñique con Eliecer Parada y la conocí. No a ella
precisamente, vi una hermosa bicicleta pintada de blanco, con algunas velas,
una cinta dorada, bellas flores de adorno.
La vi de pronto y debo confesar que me
sorprendió. Incluso procese su imagen tras unos metros y me tuve que volver a
ver de qué se trataba esta bicicleta misteriosa.
Era un homenaje a Amalia Herrera Ugarte, una
niña (a los 23 años aun somos niños aunque nuestros cuerpos digan otra cosa)
que falleció víctima del descuido de un conductor y al parecer el no uso de su
casco. Iba a juntarse con una amiga en el campus oriente cuando paso el
accidente. Bueno, yo no sabía nada de esto cuando vi su bicicleta/ animita en
la mencionada esquina. Pero la emoción del curioso homenaje, la vibra y su
belleza simple me emocionó.
Llegue a google donde al escribir su nombre vi
homenajes de sus pares los ciclistas, una bella elegía a un año de su muerte
por el siempre certero Francisco Mouat, detalles de su partida, algunos de sus
trabajos como antropóloga y curiosamente uno que hizo ella sobre las animitas y
debo confesar que su historia me caló hondo. No me quiero imaginar que
sintieron sus padres o el vacio que sufren aun hoy por esa llamada donde les
avisaron el horror más grande que puedes sentir cuando eres padre. No quiero
caer en elegías pobres, porque no me corresponde insisto, no la conocí para
hablar de ella, ni tampoco en reflexionar en la estupidez y como un descuido ya
sea por apuro o porque creíste que manejabas mejor con trago puede truncar o
cambiar con efecto expansivo las vidas de muchas personas.
Pensé en Tomás, el sobrino de uno de los buenos
columnistas de acá @Eldesoto, en
Macarena
Cassasus víctima del manejo y el alcohol, Luis Quintanilla un amigo que
falleció en circunstancias confusas, etc. Como me decía mi papá cuando le dije
hace años que quería tener moto, “olvídalo, me dijo, el cementerio está lleno
de gente que no tenía la culpa”.
A esta altura se preguntara porque estas
reflexiones, y es simple, me paseaba aproblemado pensando en platas, cuentas,
el llevar una pyme, el agotamiento de un sinnúmero de circunstancias y otros
grandes éxitos que se acumulan en temporadas y nos suben la cuota de stress.
Aún no sé porque llegue a esa esquina.
No sé si hablarle de misticismos del porque llegue ahí, pero sí le puedo hablar
que después de eso, no pude evitar pensar en la salud de mis niños, en otros
que sufren y al hacer una comparación con el universo, y mis problemas se
empequeñecieron notablemente. Me sentí penca, preocupado por leseras de las que
no debía darles tantas vueltas sino darles solución. Y mientras me avergonzaba
por creer que las llagas de mi alma era tan inconmensurables y en la gran
perspectiva no alcanzaban ni para parches curita, le agradecí a los hados el
que me llevasen por ahí y me diesen una lección de humildad.
Hoy, gracias a Amalia Herrera y el
notable amor que la rodeó, no odie estar aquí.
1 comentario:
Cai en este blog recién. Me mande 3 entradas al hilo (y sin sacarla, la vista,jajaja).
Me gusto mucho. Te felicito.
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