domingo, 21 de julio de 2013

Se llama COLINA (PUBLICADO EN EL PILIN EL 27/02/2013)

No soporto a los siúticos, arribistas o gente que no vive su realidad de forma feliz y limpia, me carga que por vivir en un lugar determinado, tener ciertos bienes materiales o viajar,   crean que eso te hace mejor persona, o es algún tipo de plus que te eleve por sobre los demás. 
Hoy miro con  incomprensión (y no culpo a los que ahí viven que solo son víctimas del marketing) como han ido convirtiendo a Colina en un apéndice de Chicureo. 
Incluso empiezo a ver el nombre de Chicureo como un virus geográfico que se come localidades, personas (los que se compran la leyenda) e historias. 
Veo como Chicureo (una malísima tierra arcillosa que quedaba casi llegando a los cerros) hoy cubre casi toda la comuna de Colina y en su camino se tragó al Algarrobal, Guay Guay, Los Ingleses (acá me detengo un segundo, ya que le decían así a este sector porque sus habitantes originales eran tan ignorantes que no sabían ni hablar y esto era un nombre despectivo) Lo Arcaya (donde de verdad vivía Camiroaga) San José, Santa Cecilia, Liray, etc. Puedo nombrarlos a todos, pero solo servirá como valor referencial ya que les sería más fácil diciéndoles Chicureo para que se ubiquen geográficamente.
 Hay quien afirma (creo que era Neruda) que Valparaíso nació espontáneamente de un momento para otro y era una dama desgreñada y que de ahí viene lo intricado de sus calles, bueno, al pensar en Colina siempre pensé que se le había caído del bolsillo a un español vago y en su abandono, empezó como una niña inocente que tras su primera violación (las cárceles) se termino convirtiendo en una cortesana de alta alcurnia a la que le cambiaron el nombre por uno  más chic. 
Colina…uno de los misterios que siempre ha acarreado este pueblo es el origen de su nombre, desde un caudillo inca, notabilísimo por su belicosidad y por jamás haber peleado con nadie, hasta una raza de gallina famosa que nadie nunca pudo tampoco identificar. Ese es mi pueblo de origen, un lugar mágico donde las historias confabulaban por doquier y donde la modernidad junto a las cárceles, lejos de ayudarlo,  lo  están matando de manera inexorable. 
En sus primeros años, Colina solo fue un puñado de casas, donde los comerciantes árabes abastecían de lo que llegaba desde la capital y donde sus habitantes secaban sus cuerpos y su suerte en los campos vecinos, de  familias  poderosas como los Ruiz- Tagle, los Fontt, los Gonzáles, etc. Familias de abolengo que por cuna o matrimonio habían obtenido grandes extensiones de tierra para aumentar sus fortunas que venían de varias generaciones atrás. 
Vuelvo mi mirada mientras recorro las calles mi pueblo, las que recuerdo con  detalle en mi imaginación, aun cuando estas ya no tienen mucho que ver con la realidad, donde no existen nombres de calles sino referencias de casas de habitantes renombrados, locales inmanentes o sucesos reconocidos, los que se usan para apuntar el lugar del pueblo al que quería llegar. 
 Puedo ver en esas imágenes de la memoria a algunos de sus habitantes, a esos que tenían su morada en cualquier esquina y, que como poderosos señores antiguos, tenían el respeto de todos y el pueblo era su reino. Los veo a todos, veo a la Mexicana con su séquito de perros que la mordisquean y aman sin condición, veo al Chaparro con su interminable cantar y que por una moneda, daba serenatas eternas para mantener su mareo sin interrupciones. Lo curioso es que cantaba su “ay Chabela” como ranchera, como única frase  interminable de la canción y siempre, me quedó la duda de si tenía más letra o era un producto de su imaginación inalcanzable y su carisma de Charro nacido en lugar erróneo. 
 Recuerdo a Pepe Camión y su delirio feliz de manejar un camión inexistente, mientras recorría los caminos de la zona con su andar feliz. 
Aun algunos  andan por ahí todavía, a pesar de haber muerto hace años y que se les ve, imagino que nadie les ha comentado el infortunado suceso de sus muertes y ellos están demasiado en otro plano para ponerle atención a algo tan mundano, por lo que lo ignoran y siguen alegremente con su vagabundear, son características y señas inconfundibles del Colina que es escenario de mis recuerdos. 
 Este Macondo desquiciado cercano a Santiago que aun está lleno de mística y amistades generacionales, característico de pueblo chico y de infierno grande. 

En fin, en cada esquina hay una historia y un suceso. Incluso yo (como buen producto de pueblo) caigo en esto al amarlo sin condición, pero manteniéndome lejos sin dudarlo. Por lo que el arribismo de tratar de convertirlo en algo que no era, hoy me hace odiar estar aquí.

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